La ciudad más santa de la India



Kashi, ciudad de la vida, fue al principio. Luego Varanasi, pero los ingleses lo pronunciaban mal (Benarés) hasta la independencia. En realidad da igual. Varanasi, Benarés o Kashi es un lugar único en el mundo. Se trata de una zona habitada sin descanso desde el 1400 a.C., un hecho que la convierte en la última ciudad viviente de la antigüedad, en su día comparable a Tebas o Babilonia. Aquí reside una importante comunidad musulmana que llama puntualmente a la oración a sus seguidores desde los minaretes de las mezquitas que salpican el paisaje. Pero sólo para los hindúes mantiene una orientación cósmica ideal como centro del universo. Nada menos que un microcosmos. De las 7 ciudades santas de la India, ésta es la más.



Mucha gente ha escrito sobre Varanasi; nadie puede quedarse indiferente. Para Mark Twain, “es más antigua que la historia, que la tradición, incluso que la leyenda, y tiene aspecto de ser el doble de antigua que todo ello junto”. Para Richard Lannoy es un lugar que vive en el pasado y en el presente simultáneamente. Para Jean-Claude Carrière es la meta de peregrinos y el paraíso de la muerte. El Ganges vertebra la vida y la muerte de sus habitantes y visitantes. A orillas del río sagrado, en sus más de 80 ghats (escalinatas que se adentran en el agua), la gente se asea, lava su ropa o sumerge a los animales. Aunque no hay nada que visitar. Los antiguos palacios están en ruinas y se desmoronan sobre el agua, sin que nadie haga nada por evitarlo. Todos los templos están dedicados a Shiva, incluyendo el Golden Temple (que ahora ya dejan visitar a extranjeros aunque con fuertes medidas policiales), y los callejones medievales, laberínticos, humeantes, estrechos, sucios y oscuros, desprenden un fuerte olor a mierda que dificulta la respiración. Eso sí, la ciudad es un centro musical importante, ideal para comprar un sitar. También puedes darte un completo masaje con aceites ayurvéticos o aprender yoga a orillas del río más sagrado del mundo. Son opciones.



Pero aquí lo que en realidad se visita es a la muerte, la auténtica protagonista. Sin pudor, se muestra ante nuestros ojos, de forma ordinaria y banal, “es algo concreto, nada hay que la disimule o enmascare. El proceso de cremación es lento. Los oficiantes, con ayuda de unas pértigas, juntan los miembros calcinados, rompen las rodillas, atizan el fuego, hacen su trabajo”, explica Carrière. No voy a describir el asfixiante olor que desprenden ocho cadáveres ardiendo a la vez durante más de dos horas, mientras otros cinco esperan su turno. Es algo que hay que vivir en primera persona. Y es que los hindúes creen que si mueren y son incinerados aquí, se librarán para siempre del samsara, la penosa obligación del eterno ciclo de renacimientos. Además, la cremación debe ser con leña. Si se hace en el horno eléctrico, es más barato y ya no es lo mismo. Por eso los bosques cercanos a la ciudad han desaparecido y conseguir madera se hace cada vez más difícil y costoso, además de suponer un peligro ecológico.

Los muertos también tienen rangos. Si eres mujer, te envolverán de color rojo. Si eres viejo, de dorado. Pero si mueres enfermo por lepra o por la mordedura de una serpiente, si estás embarazada, eres un santo o sólo un niño, no hay cremación que valga. Atarán una piedra a tu tobillo y te echarán al río, el mismo proceso que se aplica a los animales. Por eso a veces salen a flote cadáveres. El gobierno intentó acabar con este cementerio sumergido introduciendo a una especie de tortugas carnívoras, pero murieron por la contaminación que sufre el Ganges.

Una imagen que no olvidaré: un hombre bebiendo alcohol frente al cadáver dorado de su padre. Se emborracha, está contento: su padre ha muerto pero ha llegado a anciano. Un sonido que no olvidaré: tomando un Mazaa (bebida de mango riquísima) en un roof-top restaurant, oigo música alegre en la calle con trompeta y tambor incluidos, parecida a la típica gitana que asocio a los Balcanes. Me asomo y es una pequeña procesión hacia el río, con un cadáver también dorado que mira hacia arriba. Supongo que también es un motivo de celebración.

En resumen, el espectáculo merece días de contemplación desde una barca que se deslice por el Ganges. Es difícil describir los sentimientos contradictorios que se despiertan descubriendo este mítico mundo aparte dentro de la ya de por sí diferente India. Sin duda, visita obligada. In the words of the old saying, Benares is wherever you are.

Comentarios

(^o^) ha dicho que…
Hermana, en serio,
hay que compilar todos estos escritos y publicarlos.
Yo me ofrezco como editor!

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