Esto es un homenaje…


…A los cycle rickshaws. No al aparato en sí (una especie de triciclo oxidado sin marchas, de mil colores, con sillín incómodo y sombrilla improvisada), sino a las personas que los pedalean. La India no sería lo mismo sin ellos, no sólo por formar parte de su paisaje sino por la indispensable función que ejercen en las calles de cualquier pueblo o ciudad. Las aceras son siempre intransitables porque la gente las utiliza como extensión de su casa o negocio. De modo que para caminar lo debes hacer entre los coches y las vacas, el más difícil todavía. Así que hay están ellos, en todas partes, siempre dispuestos a timarte pero también a llevarte a cualquier sitio, aunque estemos a 45 grados.

El conductor de cycle rickshaw se caracteriza por no tener nada excepto lo que lleva puesto; en general, un pañuelo en la cabeza, una camiseta roída y sucia, unos pantalones harapientos y unas chanclas de goma de color azul celeste o negro. Ni siquiera el triciclo es suyo, sino de alquiler. Lo que gana es para comer. Vive solo porque no tiene familia o la dejó en su pueblo cuando emigró a la ciudad, y muchas veces no habla ni siquiera hindi. Se seca el sudor con un trozo de tela atado al manillar y se excusa diciendo que la calle es muy empinada. Son hombres de cualquier edad, también niños y ancianos, oscuros y delgados. Todavía no sé de dónde sacan la fuerza para pedalear.

Mi preferido es uno al que llamo Indurain. Me ha recogido algunas veces en la puerta de mi apartamento para llevarme a la universidad y, como tiene un reloj dorado (que no de oro), cronometra cuánto tarda. Hace su particular contrareloj. Él me habla en hindi y me señala su reloj y yo, tras varios intentos frustrados por decirle que no le entiendo, he decidido afirmar con la cabeza mientras digo “ha”. Supongo que me dice “hoy he tardado menos, soy el más rápido” para que su cliente se sienta más orgullosa de él. Y lo consigue claro, con su maravillosa sonrisa blanca. Cuando me ve, hace bajar al cliente que lleva para subirme a mí. No le entiendo, pero sé que es increíble.

Ellos son ajenos a todo lo que les rodea. Les da igual vivir en la mayor democracia del mundo, con superpoblación y una inversión inferior al 1% en salud. Les da igual que los símbolos de su país sean el tigre blanco, el pavo real y la flor de loto. Les da igual. Sólo se preocupan de que pagues más, por aquello de ser extranjera. Si lo hace el gobierno con los monumentos (la entrada del Taj Mahal le cuesta 750 rupias al guiri y 10 al indio), ellos no van a ser menos. Su vida ha sido, es y será pedalear encima de un cachivache que ni siquiera es de su propiedad. Trabajan, comen y duermen sobre el rickshaw, día y noche, llueva o haga calor, inseparables, indispensables, sin salida ni otra opción. Más que vivir, sobreviven. Una forma más de esclavitud del siglo XXI.

Comentarios

(^o^) ha dicho que…
Hermana!
No puedo evitarlo... es deformación profesional, lo se,
pero ¿sabes que el nombre del rickshaw viene del japonés?

El nombre proviene del japonés "jin-riki-sha".
jin significa 'persona'
riki, 'fuerza'
y sha, 'carruaje'.

Jinrikisha quiere decir,
'carruaje cuya fuerza la constituye una persona'.

(^o^)

Un abrazo de
Pinto - el profe
Josep M. ha dicho que…
Té pinta de ser 0 còmode, de fer 0 bona olor i de sortir del "vehicle" amb el cul ben dolorit.

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