La ciudad rosa (Jaipur, Rajastán)


En Jaipur no subí a un elefante, lo dejo para la jungla de Kerala. Aquí pegan más los camellos, las joyas y las telas preciosas. Tuve la mala suerte de perder el tren, cosa que complicó mi llegada a la conocida como “ciudad rosa”, la capital del Rajastán, por el color rojizo de sus edificios. Junto a Delhi y Agra, forma parte del denominado “Triángulo de Oro”. Cuando Mark Twain la visitó en 1897 la describió “envuelta en los tonos suaves y vistosos de un helado de fresa”. Y es cierto, sobre todo al atardecer.

Al final conseguí llegar, pero a las 3 de la mañana y sin alojamiento. De forma que viví el particular e-bay de la India donde yo era el objeto subastado entre feroces conductores de autorickshaws que se me rifaban para llevarme al hotel de su amigo y conseguir una suculenta comisión.

Al día siguiente visité la ciudad con sus numerosos palacios y fuertes (Amber Fort, Tiger Fort, Memorial Palace, Lake Palace, etc.) desde lo alto de las montañas que la rodean, una experiencia que recomiendo a cualquiera. El conductor que me la enseñó tenía 10 hijos y hacía de improvisado guía entre los citados monumentos. Era musulmán, pero no dudó en compartir conmigo una cerveza Kingfisher cuando el calor apretó.

La ciudad antigua, la propiamente denominada como rosa, aún conserva una división en barrios gremiales y está rodeada por una muralla también rojiza. Como paraíso de las compras, no pude resistir la tentación de llevarme una pashmina blanca y brillante, preciosa, en una fábrica de las afueras, donde imprimen a mano complicados estampados de flores y animales entre telas rajastaníes. También vendían saris de todos los colores, pero lo dejo para mi próxima visita…

Comentarios

(^o^) ha dicho que…
Ay Dios!
Solita, a las 3 de la mañana y sin alojamiento....!

Lo que yo te diga hermana,
eres una todo-terreno!

Un abrazo del bró!

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