“Hola, corazón” (Pushkar, Rajastán)


Mi primera escapada ha sido a Pushkar (Rajastán). Desde el viernes al mediodía estoy libre de clases hasta el martes, así que he aprovechado para huir de Delhi y respirar algo de aire puro. Pushkar es un pueblecito sagrado al que acuden muchísimos peregrinos, cada uno con su particular historia, a purificarse en los ghats de su lago. Está cerca de Ajmer, al sur de Jaipur, y es famoso por su ropa y joyas de plata (cosas que no he resistido a comprar, por cierto). La “lógica” india hace que desde Ajmer a Pushkar el autobús cueste 8 rupias y, a la vuelta, sólo 6 (mismo bus, mismo recorrido, diferente precio). A parte de la fauna habitual de la capital, el pueblo está lleno de camellos, aunque yo opté por alquilar una bici sin marchas y apenas frenos. Eso sí, con timbre. Hacer ruido es una de las cosas más importantes en la India…

En teoría, al ser un lugar sagrado, no puedes comer carne (podría ser la reencarnación de tu abuelo, quien sabe), ni consumir drogas (ofendes a los dioses hindúes), ni por ejemplo dar un beso a tu pareja en público (“respect”, te dicen mientras te llenan la mano de flores para que tires al lago). Pero nada de eso: la gente fuma una especie de marihuana extraña y bebe magic o special lassies (el yogurt de aquí pero con psicotrópicos extras…). Por eso no te puede extrañar ver a un barbudo con taparrabos partiéndose de risa frente al lago toda la tarde y, aunque no lo parezca, solo.

Pushkar recibe también a hippies, backpackers y cumbas de todo el mundo (israelíes, escoceses, italianos, españoles, etc.) a meditar o a hacer negocios. En marzo acuden para comprar la ropa india que se venderá a precio de oro en Ibiza durante el verano, pero que aquí consigues por menos de un euro cada pieza. Como Axel, un amigo de la Suriol que lleva años por la India y se ha establecido una temporada en este pueblo para negociar con ropa y poder acabar de crear su propia ONG. Por la tarde, frente al lago, la gente se reúne a ver la puesta de sol. En uno de estos sunsets, Axel ha tenido la paciencia de enseñarme poi, los malabares de fuego (un vicio, por cierto). Gracias! Siempre había tenido la curiosidad de aprender, pero no me hubiera imaginado que sería así.

A parte del turismo en general, Pushkar acoge el sexual en particular (mujeres occidentales en busca de indios menos reprimidos que el resto). Ellos lo saben, por eso en la calle te miran y murmuran “ciao”, “aló” o “hola, corazón”. Ni corta ni perezosa, Eli le gritó a uno: “Pero si podrías ser mi hijo!”. Cuando volvimos al apartamento en Delhi, tras nueve horas de tren y bastante retraso, nos encontramos con una nueva inundación en el piso. Monsoon

Comentarios

(^o^) ha dicho que…
Qué suerte tus "puentes" semanales!
Pues nada, tú a ejercer de Willy-Fog-Hembra (Willa-Foga, Willy-Figa...uy! no, esto no!)

Te habrás adaptao bien en el contesto. Menos mal que tu ni fumas, ni tomas drogas, y del sexo...uy! ya sabemos como te pones cuando se te menciona. Que sí, que está claro. Que tu hasta que te cases nada de nada. Pero insisto, que no te quedas ciega ni te salen pelos en las palmas de las manos... Pero bueno, no insito más.

Oye, pues cómprate trapitos a 1 Euro y luego los re-vendemos por las Ramblas o el Rastro de Madrí.
Venga, vamos a medias!

Oye... que el hermano s'ha quedao intrigao. Que le contestó el hijo de Eli cuándo le dijo eso? eh? eh?
tamat ha dicho que…
Como llevas la barrera linguistica? supongo que tras sobrevivir en Kosovo la cosa no debe ser mucho mas dificil pero siento curiosidad. Con el ingles ya tiras?

Besos

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